LA VIDA MUERTA DE LA MUJER IRANÍ
La situación de las mujeres en Irán es desoladora, enfrentando leyes opresivas desde la infancia, con restricciones en educación, trabajo y libertades personales. El hijab es obligatorio, desafiarlo conlleva violencia o muerte. La discriminación es ubicua, desde disparidades legales hasta prejuicios sociales. La artista reflexiona sobre su decisión de desafiar las normas, arriesgando su seguridad. A pesar de los problemas económicos y desafíos sociales, se mantiene desafiante, utilizando el arte para retratar el sufrimiento de su pueblo. Expresa solidaridad con las mujeres en sociedades opresivas en todo el mundo, enfatizando la lucha constante por la justicia.
*Las declaraciones siguientes de la artista originariamente se han realizado en inglés y de forma anónima, haciéndonos responsables desde Kripties de su traducción al español:
"Las mujeres en Irán no viven, dan cada día un paso hacia su posible muerte. En Irán se trata a la gente como si fueran extranjeros en su propio país, como si no fueran ciudadanos, y estas condiciones son cientos de veces más desgarradoras y difíciles para las mujeres. A partir de los siete años, nos obligan a llevar pañuelo en la cabeza para estudiar porque dicen que nuestro pelo induce a la perdición y a la desviación sexual de los hombres. A partir de los nueve años, también nos obligan a llevar hiyab en la calle y en lugares públicos. Hoy, muchas mujeres se han quitado valientemente el hiyab tras los recientes acontecimientos en Irán, y cada día se enfrentan al peligro de que las maten en la calle, en el metro, en el autobús, en el centro comercial o dondequiera que sus vidas se vean amenazadas. A algunas personas de mi país les han lavado el cerebro para que crean que las mujeres sin hiyab son prostitutas y quieren robarles a sus maridos e hijos. Las mujeres están bajo la presión tanto de las leyes sociales como de este grupo de personas. En Irán no se puede ir a la escuela, a la universidad, a un aeropuerto, sacarse el carné de conducir ni realizar trabajos administrativos sin llevar un pañuelo en la cabeza. Si quieres utilizar el transporte público o entrar en algún sitio sin hiyab, te lo impiden o te atacan violentamente. Ha habido mujeres que han perdido la vida de esta manera.
En Irán, el precio de la sangre (diya) para una mujer es la mitad del órgano reproductor de un hombre, las mujeres heredan la mitad que los hombres de los bienes de sus padres, tienen una cuota menor para aprobar los exámenes de acceso a la universidad en comparación con los hombres y, si son enfermeras o médicas, tienen que llevar un pañuelo en la cabeza durante sus largos turnos en el hospital. Si son atletas, tienen que luchar con un pañuelo en la cabeza, si son nadadoras, no pueden competir en ninguna competición, si son cantantes, no pueden cantar porque oír la voz cantante de una mujer está prohibido en nuestro país. Las mujeres no tienen derecho a divorciarse, y cuando se separan de sus maridos, la visión que la sociedad tiene de ellas es negativa. En Irán, ser mujer significa siempre ser condenada como prostituta.
En la sociedad artística iraní, si vendes tus obras con gran esfuerzo, los hombres dirán que has utilizado tu poder femenino y seducido a tus clientes. En Irán, las mujeres no tienen una identidad independiente; aunque alcancen los niveles académicos más altos, si no se casan, la mayoría de la gente de la sociedad las considera individuos defectuosos e incompletos. En Irán, las mujeres no pueden salir del país sin el permiso de su marido. Es como si la mujer no fuera un ser humano, sino una propiedad que se transfiere del padre al marido. En los matrimonios tradicionales de Irán, se obliga a las mujeres a obtener un certificado de virginidad y demostrar que no han mantenido relaciones sexuales. Incluso hoy en día, muchas mujeres son obligadas a casarse. Llevan a muchos niñas al matrimonio con hombres que tienen la edad de sus padres y las envían a un lecho de malos tratos porque el matrimonio infantil es legal en mi país. En Irán, las mujeres no pueden bailar; no se les permite montar en moto ni se les concede el carné de conducir motocicletas. En el lado más oscuro de mi sociedad, incluso algunas mujeres que son homosexuales son obligadas a casarse porque aquí la homosexualidad es un delito y conlleva la pena de muerte. Las mujeres que visten de forma diferente en mi país, con el pelo corto y aspecto masculino, son acosadas e insultadas y sus espíritus heridos con miles de palabras impertinentes. Esto les ocurre también a los hombres homosexuales, y su masculinidad es constantemente cuestionada y ridiculizada por la sociedad, la familia y los amigos.
Estos son sólo una pequeña parte de los retos diarios a los que se enfrentan las mujeres en mi país, pero junto a estos retos, todo el pueblo de Irán sufre problemas económicos grandes y pequeños, problemas de subsistencia, contaminación atmosférica e injusticias sociales. En Irán, nuestras vidas no importan, y si hablamos claro nos disparan en la garganta. Me pueden detener fácilmente por decir estas palabras; me pueden violar miles de veces en la cárcel y, en última instancia, matarme. En Irán no se define el acoso sexual, y tiene que ser definitivo y producirse definitivamente para que acepten que te han violado; en la mayoría de los casos de acoso, condenan a la mujer por no observar correctamente su hiyab.
He decidido ser una artista independiente porque estoy cansada de todos los organismos sociales. No puedo cerrar los ojos ante las jóvenes que prendieron fuego a sus pañuelos y murieron en incidentes en Irán el año pasado. Hace más de un año que me quité el hiyab. No tengo carné de conducir y no puedo utilizar el transporte público ni los taxis. No puedo ir a la oficina a homologar mi título universitario. No puedo seguir estudiando.
Estoy confinada en varios barrios alrededor de mi casa, a veces echo de menos las calles de la ciudad de las que tengo recuerdos, pero al mismo tiempo estoy muy orgullosa de no llevar pañuelo desde hace más de un año. Los vecinos y amigos a veces se oponen a mi arte porque están preocupados por mi vida y temen que me maten o, peor aún, que me encarcelen, me agredan o me dejen ciega. Pero intento continuar y a veces me escondo en metáforas.
No creo que el arte pueda cambiar la naturaleza de las sociedades dictatoriales. El arte es sólo el álbum de nuestro sufrimiento. El arte es el más bello libro de historia que inmortaliza el sufrimiento y el profundo dolor de la gente en diferentes épocas. Con mi arte, narro la historia contemporánea de mi país. Eso es todo. No tengo ninguna esperanza de cambio.
Creo que con cualquier artista, de cualquier rincón del mundo cuyo corazón lata por la justicia y la humanidad, se puede crear una obra artística para conseguir los derechos de las mujeres.
Como mujer iraní, digo a todas las mujeres de Oriente Medio, a las afganas y a todas las que viven en países dictatoriales, e incluso a esa mujer estadounidense que es libre en su país pero sufre violencia en casa, que hemos luchado toda la historia y seguiremos luchando. Quizá nunca ganemos, pero estoy orgullosa de que no nos dobleguemos."

Ilustración de Juan Esteban

El 9 de noviembre de 1989, el mundo observó con asombro la caída del Muro de Berlín, un evento que simbolizó la reunificación de Alemania y el fin de la Guerra Fría y, con ello, la expansión de la democracia en Europa Central y del Este.
El gesto de tal magnitud, también por la longitud y peso de sus bloques de piedra, nos hizo divisar y respirar profundamente una Europa en paz, involucrándonos artísticamente en la exploración de la identidad, la memoria histórica y la reconciliación de diversas formas, como el graffiti en el Muro de Berlín, para transmitir mensajes de cambio.
Una esperanza tan intensa como fugaz, desvanecida tan solo dos años después con la Guerra de los Balcanes y, ahora, ya olvidada tras la invasión rusa a Ucrania y los trágicos acontecimientos que están teniendo lugar en Gaza, donde Israel, un Estado democrático que debería regirse por el derecho internacional, ignora los derechos más básicos del pueblo palestino.
Y precisamente hoy queremos hablar de la revolución que marcará los años venideros, la que hacen las mujeres día a día buscando una igualdad real independientemente del género.
Mientras tanto, en Irán, las mujeres se enfrentan desde décadas a un muro de opresión casi invisible, de seda, pero igual de infranqueable. La Revolución Islámica de 1979 les supuso la imposición de un régimen teocrático limitando drásticamente sus derechos, con importantes restricciones que marcaron un retroceso en la igualdad de género. Y el uso obligatorio del velo.
A pesar de las restricciones y arriesgando sus vidas, son muchas quienes luchan por sus derechos y desafían con sus obras de arte como herramientas de denuncia.
Desde Kripties no podemos más que agradecer enormemente la generosidad de todas las mujeres iraníes que nos han permitido vivir de primera mano este pequeño pero conmovedor homenaje, y así poder contribuir al merecido reconocimiento internacional de su creatividad y coraje, promoviendo la concienciación sobre su situación.
Gracias.

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