VEGVÍSIR​​​​​​​
Hace unos años, recién estrenado el otoño de 2018, pude recorrer Islandia justo cuando se iniciaban los fuertes temporales del norte y, según nos contaban los paisanos, uno de los mayores avistamientos de aurora boreal que se recuerdan.
Fueron interminables las caminatas desiertas entre volcanes apagados y en erupción, géiseres, aguas termales, infinitas playas negras, cataratas y glaciares. Complicado en ese paisaje encontrarle sentido a la vida que desde lejos llevamos en la ciudad. Imposible quedar indiferente tras cruzar la Tierra del hielo y el fuego, compartiendo soledad, calma y vida con la Madre Tierra.
Ajeno a todo y mientras cumplía años, recibí la noticia de la repentina enfermedad de mi madre que semanas después le quitaría la vida. Justo la mañana cuya noche me hizo ver mi primera aurora boreal.
Esa noche en la que fui incapaz de ponerme en pie, atrapado a partes iguales por la tristeza y belleza del espectáculo que veía, entre lágrimas, desde la cama y a través de la ventana de la habitación. Esa noche sentí, casi supe, que mi madre y la madre naturaleza me estaban conectando al universo como nunca antes, en un momento de magia.
Una ventana convertida al amanecer en una también preciosa cárcel desde donde divisar el cercano y ahora inaccesible glaciar.
Y esta es la historia que guarda mi dedicatoria a las madres que me hicieron y me hacen ser: Mother&Earth.



Noche roja, acrílico sobre madera. Trilogía ‘Mother&Earth’. Juan Esteban
Noche roja, acrílico sobre madera. Trilogía ‘Mother&Earth’. Juan Esteban
Ulises, obra digital. Obra de la trilogía ‘Mother&Earth’. Juan Esteban
Ulises, obra digital. Obra de la trilogía ‘Mother&Earth’. Juan Esteban
Chains, acrílico sobre madera. Trilogía ‘Mother&Earth’. Juan Esteban
Chains, acrílico sobre madera. Trilogía ‘Mother&Earth’. Juan Esteban
PANORÁMICA EN UNA CATARATA ISLANDESA

ISLANDIA EN 50 IMÁGENES

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