Llegaron los primeros días de lluvia recordándonos que soy un año más viejo. Días para empezar de nuevo y sentir que sólo el aspecto de las cosas, y el nuestro propio, han cambiado.
Pero no son las apariencias las que nos han convertido en nuevos extraños. Mis sentimientos, como los tuyos, también tienen estaciones. Cíclicas, en espiral. Como nuestras vidas. Ahora veo que vuelvo a los mismos sitios sin pasar por el mismo punto, que cambié de papel o, sin más, de opinión.
Y cada vez más rápido.
Ya no nos une el mismo deseo. Los recuerdos son misteriosos e intentan trasladarnos a lo que fuimos. Pero tú también has sentido esa distancia insalvable al reencontrarnos, como una punzada de vacío. Porque los recuerdos son misteriosos y no siempre es fácil recuperar su herencia.
No sólo los años nos han separado. Ahora me queda disfrutar del paisaje y aprender que, desde las líneas interiores de mi espiral, cuanto he vivido aparece desde otro punto de vista. Y reconocer lo que me mantiene en marcha. Y dejarnos pasar.